A estos seres de pequeño tamaño no hay
quien les entienda. En el colegio de mis hijos se ha puesto de moda el juego de
“Simón dice”. Consiste en que uno dice “Simón dice que te tumbes en el suelo” y
todo el mundo hace un cuerpo a tierra a una velocidad de vértigo... “Simon dice
que saltes”, y todo el mundo empieza a pegar brincos durante un tiempo que a mi
se me hace interminable, “Simón dice que hagas el perro” y se ponen a cuatro
patas y algunos hasta ladran.... Si alguien da una orden sin decir antes “Simon
dice” pues no hay que hacer obedecer, y si alguien se equivoca y hace lo que
han mandado, pierde... es bastante sencillo.
Mis hijos juegan a todas horas. Van cambiando papeles y cada vez es uno el que dice el repetitivo “Simón dice”. El resto inmediatamente cambia el chip y hace el papel que le toque en ese momento.
Les he preguntado
“¿Puedo jugar?” y la respuesta ha sido unánime. “¡No!”. En esto no discuten. Es
al único juego al que no me dejan jugar, y casualmente es el único que me
interesa.
Me imagino que digo “Simón
dice que recojáis” y que todo el mundo se pone a recoger, o “Simón dice que os vayáis
al baño” y todo el mundo procede ipso facto sin pedir 5 minutos más o “Simón
dice, a cenar” y cuando me doy la vuelta está todo el mundo sentado a la mesa.
Creo que nunca me
van a dejar jugar, pero cuando me doy cuenta que lo de no obedecer no es un
problema de oído, yo me quedo muchísimo más tranquila.