martes, 6 de octubre de 2015

El mito de la maternidad


Ana y Teo llevan dos años casados y van a tener una niña. Han puesto el cuarto de la pequeña Sofía monísimo. Los peluches pegan con las cortinas, las sábanas con los faldones, la alfombra con el ribete de la pantalla de la lámpara....todo tan conjuntado que parece que el Hola fuer a venir a hacer una sesión de fotos.
 
Cuando por fin llega el día del parto,  Ana y Teo se van al hospital con la maleta, los papeles y una ilusión impresionante. Y con contracciones. Poco a poco esa ilusión tan desbordante empieza a dar paso a un cansancio de un parto de 12 horas, y todo lo que Ana había imaginado empieza a desmoronarse. Para cuando le ponen a la pequeña Sofía encima no tiene fuerzas casi ni para achucharla y en ese momento empieza a sentirse fatal. ¿Dónde está esa alegría desbordante de la que todo el mundo habla? Ella sabe que es lo mejor que le ha pasado en su vida, pero de la teoría a lo que ella siente....uf, menuda diferencia. Ana está mirando el reloj para que se lleven a Sofía al nido y así poder descansar.

Esta mezcla de sentimientos continúa cuando le dan el alta y se ve en su casa con su bebé y los infinitos consejos que le llueven a lo largo del día por todos lados. Ana se siente culpable por no sentir su vida de color de rosa y no dar volteretas laterales de alegría cada vez que ve la cara de su hija.
 
Esto viene a colación por una foto que ha publicado en las redes sociales una pobre madre de Arizona; está agotada y desbordada por el trabajo que le da su bebé, algo bastante normal, pero que por un extraño motivo se ha convertido en noticia y lleva más de 50.000 veces compartido. Se siente fatal la pobre. Cree que mientras debería estar saltando de felicidad, lo único que quiere es volver a su vida antes del bebe, en la que era capaz de dormir y de leer dos páginas seguidas de una revista sin tener que levantarse a asomarse por encima de la cuna. Pero eso se cura. Se pasa. El bebé aprende a ser bebé y la madre poco a poco se dará cuenta que todo lo que le pasa es normal. No se debe sentir mal por tardar cinco minutos más en la ducha mientras oye llorar al bebé. Pues si llora, que llore.

Con esta absurda mitificación de la maternidad parece que es de ser malísima madre si una se alegra de que empiece la guardería. Pues bienvenida sea la desmitificación de la maternidad. La felicidad cuando ves la cara de la profe de la guardería y le dejas al niño es indescriptible. La sensación de libertad de saber que puedes ir por la calle sin un carrito, que va a ser otra persona la que le va a dar de comer, o cambiar el pañal...es total.

Esa maternidad ideal que venden en las películas americanas, no existe, y además, lo peor es que lleva a problemas de autoestima. Mujeres que se sienten inferiores por no haber podido dar el pecho, por no haber saltado de la cama de felicidad cuando les han puesto encima a su bebé recién nacido, por no pasar horas embelesadas mirando la cara de su pequeño y en vez de eso tirarse en el sofá a ver la televisión.

En esta moda de la súper maternidad perfecta también se sienten culpables las que son victimas de la "demanda de atención continua", que es lo que antaño se llamaba niños pesados, pegajosos o niños lapa. ¡Cuidado con decirle a tu hijo que es un baboso o un pesado!....pero eso ya lo dejamos para otro día.


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